L'avantatge de ser al poder
Es un hecho bien documentado que los partidos políticos que se encuentran en el poder disfrutan de alguna ventaja en las elecciones. Para el caso de la Cámara de EE.UU., las estimaciones de la ventaja por estar en el gobierno van del 7 al 10% de los votos de ambos partidos, lo que implica aumentos medios en la probabilidad de victoria de hasta un 40%. Estos números han producido preocupación acerca de la representatividad de las elecciones y la responsabilidad de los diputados, y se han utilizado como uno de los motivos para reformas políticas recientes, como limitar el mandato o controles más estrictos a la financiación de las campañas.
Existe una amplia literatura sobre los diferentes mecanismos utilizados por los legisladores para aumentar su probabilidad de reelección (la redistribución de distritos, la antigüedad, la falta de responsabilidad colectiva, las ventajas de información, el acceso a los recursos de campaña, franqueo, trabajo con casos individuales, el “federal pork”, oportunidades para tomar posiciones, etc) . Sin embargo, estudios recientes han encontrado unas magnitudes, en la ventaja de estar en el poder, similares (si no más) en las elecciones para los puestos sin poder legislativo, generando dudas sobre el origen causal de esta ventaja electoral.
En este trabajo buscamos una explicación de la ventaja por estar en el poder, diferente de la interferencia por parte de políticos o partidos. Nuestro argumento, en definitiva, hace hincapié en que, ya que estar en el poder es una fuente de información sobre la capacidad de los candidatos que no está disponible para el aspirante, y que la capacidad afecta a las perspectivas de reelección, podemos esperar que el hecho de estar en el poder afecte las posibilidades de ganar de los candidatos, incluso si no tienen oportunidad de utilizar políticas estratégicamente.
Pero en primer lugar, señalamos que unas altas probabilidades de reelección no implican necesariamente una ventaja por estar en el poder. Consideremos una sociedad cuyos ciudadanos deseen elegir a un político muy capaz, que comparte su punto de vista ideológico. Supongamos, como un caso extremo, que los votantes son tan ideológicamente cercanos al dirigente actual (en relación con el aspirante) que prefieren a un candidato menos capaz, del partido en el poder, en vez de un candidato mucho más capaz del partido rival. Entonces, observaríamos que el partido en el poder ganaría unas elecciones tras otras, a pesar de que no gozaría de una ventaja real por el poder, puesto que también ganaría las elecciones si fuera el partido aspirante. Inspirado en este ejemplo, se propone medir la ventaja del poder como la diferencia entre la probabilidad de ganar del actual candidato en el poder y su probabilidad de ganar en el supuesto de que fuera el aspirante. Este criterio recogería los incrementos en la probabilidad de ganar, derivado directamente del hecho de ostentar un cargo. Observe que, en nuestro ejemplo anterior, la ventaja del poder sería igual a cero.
Usemos este nuevo criterio y supongamos que encontramos alguna ventaja por estar en el poder. ¿Podemos concluir que los políticos están utilizando las prerrogativas del poder para detonar sus posibilidades de victoria? No parece que sea el caso. Considere la posibilidad de un mundo en el que eliminemos cualquier uso estratégico de las políticas. Por el momento, supongamos que sólo la capacidad de los candidatos, pero no su ideología, desempeñan algún papel en la decisión de los votantes (por ejemplo, porque los candidatos sólo se diferencien por su calidad). Y supongamos que los votantes no pueden observar con precisión la capacidad de los candidatos. Entonces, el hecho de estar en el poder, en la medida en que revela el rendimiento de un candidato, proveería a los votantes con información adicional acerca de la capacidad del candidato que esté en el poder, la cual posibilidad no está disponible para el aspirante. Se presentan dos implicaciones. En primer lugar, sólo los candidatos altamente capacitados se beneficiarían de esta información adicional. Los candidatos menos capacitados, por otro lado, se encontrarían en mejores circunstancias si sus perfiles no fueron revelados. En segundo lugar, contra más información emita quien está gobernando, mayor será el efecto del hecho de estar en el poder.
Sin embargo, los electores suelen ser ideológicamente más cercanos a una de las partes, lo que implica que los electores podrían preferir candidatos menos capacitados van con su partido favorito. Mostramos que la presencia de un sesgo ideológico a favor, o en contra de quien está en el poder mitiga la relevancia de la capacidad del candidato en su reelección, lo que reduce el valor informativo por estar gobernando. El efecto del poder disminuye a medida que aumenta el sesgo ideológico. Nuestro ejemplo anterior representa el caso límite en que la brecha ideológica entre los partidos impedería cualquier impacto de la información proporcionada por estar gobernando.
Por último, hemos demostrado que, en este mundo, también se observan a los candidatos gozando de una mayor probabilidad de reelección en la medida que acumulan mandatos, como prueba la evidencia. Curiosamente, este aumento en la probabilidad de ganar no sería el resultado de la apreciación de los votantes de su experiencia, sino de un aumento en la confianza de los votantes en que los candidatos que se encuentran en el poder son, en realidad, unos candidatos aptos.