El final de los cultivos tradicionales en Cataluña
En la segunda mitad del siglo XIX la agricultura tradicional orgánica catalana había alcanzado un máximo en su producción, productividad y complejidad. Era el resultado de un proceso de transformación ya en marcha en el siglo XVIII, comparable, teniendo en cuenta que nos referimos a una agricultura de características mediterráneas, los cambios que estaba experimentando la agricultura de Holanda, Gran Bretaña y otros zonas de la Europa noroccidental desde el siglo XVII.
Los sistemas agrarios catalanes, y particularmente los de la comarca del Vallés, habían alcanzado o culminado en la segunda mitad del XIX el desarrollo de una agricultura orgánica avanzada en unas condiciones bastante diferentes y fuerza adversas, comparadas con las de la agricultura del Europa húmeda. La falta de agua y de fertilizantes es compensada con una notable adaptación ecológica y técnica y la complementariedad entre cultivos, bosques, páramos y la limitada ganadería disponible, con un destacado papel de la vid.
Mediante la estimación y el análisis de los balances de nutrientes y los flujos energéticos de estos sistemas agrarios hemos podido constatar el éxito y limitaciones del proceso. Los cultivos de cereales, legumbres, de regadío se concentraban en las tierras de mayor calidad y humedad y disponían de las dotaciones de fertilizantes más grandes. Unos fertilizantes que en nuestro país provenían sólo parcialmente de la ganadería y que se debían obtener de otros cultivos, bosques y páramos a través de técnicas diversas para transferirlos. Dadas pues las limitaciones que en el contexto ecológico mediterráneo afectaban a la ganadería y los bosques, los páramos y otros cultivos complementarios, como la vid, debían jugar un papel clave. Bosques y páramos no sólo proporcionaban combustible y alimentos para las personas, sino también alimentos para el ganado y materia orgánica para fertilizar a través del entierro en verde o su combustión en "hormigueros".
Por otra parte, entre el siglo XVIII y finales del XIX se desarrolla espectacularmente en muchas comarcas de Cataluña el cultivo de la vid. Un cultivo de secano que se extiende a costa de páramos, bosques y cultivos escasamente productivos, que utiliza las tierras de cultivo de peor calidad y que exigía una escasa dotación de fertilizantes. Al mismo tiempo era capaz de proporcionar combustible, alimento para el ganado y fertilizantes para otros cultivos gracias a sus subproductos como las ramas podadas, el pámpano o la hoja, y los residuos de la producción de vino.
Esta eficiencia y delicado equilibrio se romperán, pero, a partir de las últimas décadas del siglo XIX, con la irrupción de fertilizantes importados o industriales o de alimentos para el ganado también importados y procesados, que supondrán el inicio del camino hacia la insostenibilidad energética y ambiental de los sistemas agrarios catalanes que los caracteriza desde la segunda mitad del siglo XX.
Referencias
Enric Tello, Ramon Garrabou, Xavier Cussó, José Ramón Olarieta, Elena Galán. Fertilizing Methods and Nutrient Balance at the End of Traditional Organic Agriculture in the Mediterranean Bioregion: Catalonia (Spain) in the 1860s. Human Ecology. June 2012, Volume 40, Issue 3, pp 369-383