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La violencia de pareja es un problema de salud pública mundial que repercute negativamente en la salud física, psicológica, sexual y reproductiva de las mujeres y del que los medios de comunicación se hacen eco cada vez con más frecuencia. Según diversos estudios realizados en países desarrollados, la violencia de pareja es más frecuente entre las mujeres que presentan trastornos por consumo de alcohol y/u otras sustancias, con una prevalencia que oscila entre el 40% y el 70%, que entre el resto de mujeres, donde tendría una prevalencia de entre el 15% y el 40%.
 
Por otra parte, también se ha observado que las mujeres consumidoras de drogas no sólo sufren más violencia de género sino también más sintomatología depresiva y peor pronóstico en el consumo de sustancias.
 
Dada esta elevada prevalencia de maltrato entre las mujeres consumidoras de drogas y su impacto negativo en el consumo y en la salud psicológica, se puso de manifiesto la necesidad de desarrollar intervenciones dirigidas a mujeres consumidoras que les dieran herramientas para sufrir menos violencia de pareja. De forma paralela, se recomendó continuar trabajando para desarrollar otras intervenciones específicas dirigidas a hombres perpetradores de violencia.
 
Con el fin de mejorar y disminuir esta grave problemática, el Grupo de Investigación en Adicciones del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), coordinado por la doctora Marta Torrens, adaptó y diseñó una intervención grupal para esta población de mujeres de elevado riesgo. El resultado ha sido una intervención grupal de 10 sesiones con técnicas cognitivas conductuales para disminuir la violencia de pareja, la depresión y el consumo de sustancias. Esta intervención ha sido evaluada mediante un ensayo clínico piloto controlado, realizado con mujeres que habían experimentado violencia de pareja en el último mes y que estaban en tratamiento en un centro de atención y seguimiento a las drogodependencias de Barcelona.
 
La intervención redujo el maltrato psicológico, aumentó la asertividad, redujo la agresividad en la relación de pareja y también redujo la frecuencia de consumo. Lamentablemente la intervención no mejoró los síntomas depresivos más que el tratamiento habitual.
 
Estos resultados nos muestran la necesidad de dar a conocer y concienciar a los profesionales que trabajan con mujeres consumidoras víctimas de violencia, de que se dispone de una herramienta que puede ser efectiva para disminuir la alta prevalencia existente en nuestros centros de tratamiento en particular y en nuestra sociedad en general.