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30/10/2015

"No ha habido interés por parte de la industria farmacéutica ni de los sistemas de salud en poner remedio a la adicción como enfermedad"

entrevista Fernando Rodríguez de Fonseca
Fernando Rodríguez de Fonseca (Instituto IBIMA – Hospital Regional Universitario de Málaga) impartió un seminario en el Institut de Neurociències (INc) de la UAB titulado “Oleoylethanolamide as a modulator of drug abuse actions: applications in alcoholism therapeutics”. En esta entrevista nos habla sobre la adicción como enfermedad, su importante pero infravalorado impacto social  y sus posibles tratamientos, así como el poco interés por parte de las autoridades competentes en ponerle remedio.

Fernando Rodríguez de Fonseca es coordinador del Área Terapéutica en el Instituto IBIMA – Hospital Regional Universitario de Málaga y director del grupo de investigación en Neuropsicofarmacología del mismo. Estudió Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, donde posteriormente se doctoró en Bioquímica.
 
Es profesor en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, socio fundador y responsable del área de investigación preclínica de Vivia Biotech, coordinador de la Red de Trastornos Adictivos y miembro del comité científico del European Monitoring Centre for Drugs and Drug Dependence.
 

Usted dirige el grupo de investigación en Neuropsicofarmacología del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga. ¿A qué se dedica este grupo?
Nuestro interés es básicamente el estudio de las bases biológicas del comportamiento motivado. Entendemos la motivación como todo aquello que guía la conducta hacia el propósito de recuperar la normalidad del individuo. Hay muchísimos trastornos, tanto en la esfera psiquiátrica como por ejemplo en la metabólica, en los que hay una desadaptación y este comportamiento motivado lleva a una situación de enfermedad. Por ejemplo: el exceso de consumo de grasa o el exceso de consumo de alcohol. Lo mismo puede ocurrir con el exceso de una conducta defensiva o de una conducta protectora, que pueden llevar a un cuadro de ansiedad o de depresión.
 
Hemos utilizado siempre una aproximación traslacional buscando modelos animales en los cuales poder imitar lo que ocurre en humanos y después intentando estudiar en humanos si lo que hemos encontrado en el modelo animal es reproducible, sobre todo con vistas al desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas. En los últimos años hemos cambiado de enfoque porque el salto entre especies ha producido muchos errores. Aunque es muy complicado, es más fácil que podamos tener éxito si partimos del estudio de la enfermedad humana y la modelizamos después en animales.
 
Por ejemplo, estamos estudiando pacientes con trastorno de obesidad, de alcoholismo y de cocaína. Buscamos mecanismos o biomarcadores en estos pacientes que luego intentamos modelizar en animales para intentar tener un modelo práctico en el cual buscar nuevas indicaciones terapéuticas, o bien de fármacos existentes o de moléculas químicas de nueva creación.
 
 
Una de sus líneas de investigación es el estudio de las bases biológicas de enfermedades como el abuso de drogas o la obesidad. ¿Existen realmente estas bases biológicas?
Creo que la adicción a drogas es, quizá, de todas las enfermedades neuropsiquiátricas, la que ha conseguido los modelos animales más perfectos. Es decir, afortunadamente para la especie humana, la adicción no es sólo una enfermedad propia de nuestra especie no modelizable. Podemos encontrar modelos en los cuales los animales se autoadministran y pierden el control sobre el uso de sustancias que son las que utilizan los humanos. Ahí hay una continuidad entre especies. Eso ha permitido identificar, de los años 50 en adelante, toda una serie de circuitos y procesos que son escalables desde los vertebrados más simples a los más complejos, de tal manera que podemos decir que sí que conocemos estas bases, aunque los desarrollos terapéuticos no hayan tenido el mismo grado de éxito porque la adicción es una enfermedad que sólo está reconocida en algunos estados, muy pocos. Por ejemplo, dentro del territorio nacional, Cataluña es una excepción porque las unidades de tratamiento de los adictos están en los hospitales. En el resto de comunidades están diseminadas por consejerías de integración y de asuntos sociales, o si están vinculadas a salud, están fuera del circuito del sistema nacional de salud.
 
Así pues, mientras sí que sabemos mucho de esas bases biológicas, no ha habido interés por parte ni de la industria farmacéutica ni de los sistemas de salud en ponerle remedio. El caso paradigmático es el alcohol, la droga más tóxica y más letal, y en cambio es legal. Eso indica claramente cuál es su situación social. El alcoholismo es un problema por sus implicaciones respecto a cáncer, enfermedad mental y enfermedad digestiva, pero apenas hay tratamientos. Los hay, pero pocos, comparados con otras enfermedades como por ejemplo la diabetes, que tiene una incidencia parecida pero para la cual los recursos terapéuticos son infinitos.
 
 
Según sus investigaciones, ¿tienen el mismo peso los condicionantes biológicos y los culturales en el consumo de drogas?
En nuestro trabajo, primero identificamos los mecanismos por los cuales un individuo hace todo el recorrido desde la primera aproximación a una droga hasta perder el control sobre su uso. Evidentemente, hay condicionantes culturales en el consumo de drogas. Por ejemplo, en alcohol, en España se ha podido ver cómo este patrón ha cambiado a medida que la globalización europea nos ha permitido incorporar el modelo del consumo en atracón de fin de semana, un modelo que nosotros no teníamos y ahora sin embargo es el prevalente en los jóvenes y no tan jóvenes, de hasta 30 años, mucho más parecido al que hay en otros lugares de Europa.
 
Más que condicionantes “culturales”, yo más bien intentaría llamarlos “ambientales”, porque hablar de cultura en modelos animales es complicado, y en humanos también lo es. Muchas veces intentamos darle un peso cognitivo a lo que es la cultura, cuando a menudo la cultura trae consigo factores biológicos determinantes. Por ejemplo, dieta o modalidades de consumo. Hay sociedades en las cuales el vino o la cerveza son alimentos, y se consideran como tales. Por ejemplo, en la sociedad rural española, si uno va al tramo de edades entre 60 y 80 años, el alcohol, el vino y la cerveza, eran alimentos. De hecho, se llevaban al campo como alimentos, no se llevaban como recreativos. Por tanto, la cultura tiene también un concepto ambiental en el cual hay una serie de factores importantes que han ido modelizando el cerebro.
 
Hay otra serie de factores adicionales que pueden cambiar en función de los tiempos. Por ejemplo, la marginalización que podía existir en el campo de consumo de opiáceos en los años 70 y 80 prácticamente ha desaparecido. Está mucho más aceptado el consumo de drogas por la población juvenil sin que la marginalización llegue nada más que al final del proceso, sobre todo si hay enfermedades infecciosas o psiquiátricas asociadas que producen estigma. El consumo de drogas ahora, culturalmente, tiene un entorno que es completamente diferente al entorno de la fiesta de los años 70 u 80. Eso tiene que determinar claramente de una manera muy distinta el modo en el que impacta en el cerebro.
 
Sí hemos hecho modelos animales en cuanto a cómo impactan las drogas durante la adolescencia, en el proceso de desarrollo. Teniendo en cuenta la estructura social de tu grupo de animales y modificándola, haciendo una separación de la madre y las crías, o haciendo aislamiento o hacinamiento, se puede ver cómo estos patrones pueden cambiar el consumo.
 
Hemos empezado a hacer estudios en población consumidora que acude buscando tratamiento. Tenemos ahora mismo dos grandes estudios a nivel nacional en alcohol y cocaína, y sí estamos empezando a ver determinantes culturales. Por ejemplo, una cosa muy llamativa es que todos los usuarios de cocaína tienen un nivel de estudios como dos niveles más bajos que la media de los controles sanos que podemos utilizar. Se puede deber a que el impacto de la cocaína los ha apartado del circuito de estudios pero también se podría pensar que el efecto protector educativo desapareció antes y eso ha facilitado el desarrollo de la adicción. Esto se ve también por ejemplo en obesidad. En un estudio que se ha hecho en la localidad de Pizarra, un estudio longitudinal que lleva mi instituto, se pudo determinar que la obesidad está directamente relacionada con el nivel cultural: a más bajo nivel cultural, mayor índice de obesidad.
 
 
El impacto social de estas enfermedades es elevado.
Simplemente, si quitásemos de nuestros hospitales las consecuencias médicas del alcohol y del tabaco, habría entre el 20 y el 30% menos de pacientes. El alcohol está completamente infraestimado como factor determinante de cáncer: el alcohol produce “tanto cáncer” como el tabaco. El alcohol es cancerígeno porque entre otras cosas, los productos metabólicos del alcohol, el acetaldehído, son modificadores genéticos directos, que pueden provocar cambios estructurales en el genoma. El cáncer de mama está vinculado al alcoholismo, pero la gente lo desconoce completamente.
 
 
Pero por otra parte, a personas con la tensión baja, por ejemplo, sus médicos les han “recetado” que se tomen un vaso de vino al día.
El alcohol activa el sistema adrenérgico, pero lo podrían hacer haciendo ejercicio, que también aumenta la actividad adrenérgica y te ayuda a aumentar la tensión.
 
Hay una falsedad acerca de que el alcohol pueda ser beneficioso, se publicó recientemente un metaanálisis de todos los artículos que lo afirmaban, creo que fue en Lancet. De alguna manera todos estos estudios estaban sesgados: cuando uno miraba los niveles socioeducativos de todas aquellas personas con un consumo moderado de alcohol, pertenecían a clases elevadas, que tenían mucho mejor acceso al sistema sanitario. Es muy difícil encontrar en un estudio espontáneo gente con problemas severos de alcohol que sean de niveles socioeducativos elevados. Esa gente se retrae o son apartados por parte de su propio grupo social, no los captas en los estudios. Pero si vas a una barriada deprimida, es mucho más fácil que los problemas emerjan que si te vas a un barrio como Pedralbes. Nadie va a salir diciendo “mira, este señor, este vecino, o mi madre, consume drogas y es alcohólica”. Pero vas a una barriada periférica y todo el mundo sabe quién tiene esos problemas, y además, ellos mismos vienen y te lo dicen, porque hay una idea muy clara de que la marginalización conlleva estos problemas, lo cual no concuerda con lo que dice la epidemiología. Es decir, el uso del tabaco es idéntico en ellos que en Pedralbes, pero en Pedralbes nadie te va a decir cuáles son los problemas que puedan derivar del consumo del tabaco. Esa estigmatización sigue siendo muy difícil.
 
El impacto social es tremendo. ¿Y cuál es el gran problema que tenemos ahora? Que la percepción social del riesgo con las drogas ha caído. Me parece que en la última encuesta del CIS estaba en el número 26 o 36, no me acuerdo, pero quiero decir que no está entre los 20 primeros problemas que importen a la gente. Si uno se va a 1985, era el primero o el segundo. Fue la época del SIDA, de la aparición de la marginalidad y de la criminalidad asociadas a las drogas. Sigue habiendo criminalidad, pero a la gente no le importa. De alguna manera, hemos hecho desaparecer el problema de las drogas. En cambio, el número de pacientes que demandan ingreso y asistencia por su dependencia al cannabis se ha multiplicado por 5 en los últimos 4 años. Y la gente no lo sabe. Hemos pasado de tener unos 600 a tener más de 3.000-4.000 solicitudes de tratamiento. ¿Y por qué ocurrió esto? Porque la gente lo cultiva en casa, y cultiva variedades que tienen hasta 7 veces el producto psicoactivo que las que se compraban en el mercado ilegal. Eso ha producido dependencias más severas y cuadros psiquiátricos más complejos. Y eso demanda tratamiento, pero no aparece en los periódicos.
 
 
¿Cree que la adicción a las drogas se percibe socialmente como una enfermedad?
Países como Alemania tienen incorporado el concepto de enfermedad adictiva desde antes de la Segunda Guerra Mundial. En España, esto no está incorporado en el sistema sanitario público. No tratan por la adicción, tratan la consecuencia médica de la adicción. No existen las unidades de adicciones, excepto en Cataluña. Hay que reconocer que en eso se ha sido pionero. Pero sigue siendo un estigma y sigue siendo minoritario.
 
Hay más alcohólicos que diabéticos, pero no están en tratamiento porque no interesa. En España ha habido 8 intentos de leyes para restringir el uso de alcohol. La última, que fue la ley de alcohol y menores, fue publicada por el periódico ABC en el estado de borrador, yo estaba en la comisión, y bastó que se conociese lo que se pretendía para que el lobby alcoholero fulminase esa ley. No se ha conseguido jamás en España sacar una ley de alcohol. Y de hecho, nuestros menores son la clientela. Cuando a mí me dicen “es que legalizar quita la violencia y el narcotráfico”, vale, ¿y quién protege a los menores? Porque todo el mundo está de acuerdo en proteger a los menores. Pero la clientela de quien vende cannabis y alcohol es menor de 25 años, ahí está el 80% del negocio. Y el cerebro acaba de madurar a los 21-22. Ya no es una cuestión de mayoría de edad, es una cuestión simplemente de tener dos dedos de frente. Si tu cerebro está desde los 14 a los 22 años en pleno proceso de finalización de su desarrollo y configuración de su arquitectura funcional, determinando tu personalidad y tus capacidades no le metas palos en las ruedas a ese desarrollo.
 
 
Y en cuanto a su tratamiento, ¿los profesionales del ámbito sanitario están suficientemente formados para ello?
Aquí en Cataluña hay unidades muy buenas. Yo trabajo por ejemplo con la gente del Hospital del Mar, con el grupo de Marta Torrens, y hay gente que está formada extraordinariamente, también en la Agencia de Salud Pública de Barcelona, a través del Ayuntamiento, profesionales excelentes. Pero siguen siendo excepciones.
 
En primer lugar, no es un área de conocimiento específica. La podemos encontrar en algunos grados en forma de másteres de grado, es decir, una vez que ha acabado el grado de una formación, por ejemplo en psicología, en neurociencia… puede que una universidad determinada tenga un máster de grado en psicofarmacología de las drogas de abuso, pero son minoritarios, y sin embargo, el uso de las drogas es mayoritario. Llama la atención que en una formación de grado como psicología o medicina, las drogas de abuso, que tienen una incidencia enorme, no estén apenas representadas, y sin embargo las enfermedades raras sí. Y con esto no quiero decir que las enfermedades raras no tengan que ser tratadas, sino que las enfermedades prevalentes, y la adicción es una enfermedad muy prevalente, al menos deberían tener la misma consideración, respeto y atención que tienen las enfermedades raras. Es un sinsentido.
 
No escatimo críticas a todos los partidos que nos han gobernado. Recuerdo a la ministra Ana Salgado decir que la obesidad o la adicción eran estilos de vida que uno escogía. Se saca la ley antitabaco pero no se pagan los tratamientos. Se va a sacar una ley antialcohol que se frena, pero tampoco venía con el capítulo de tratamiento. Y si uno es obeso, pues es un estilo de vida, y la industria no desarrolla medicamentos contra la obesidad. ¿Por qué? Porque si tienes una diana de población del 20-25%, y en algunas áreas de España como puede ser Canarias o Andalucía, del 30% de obesos, qué haces tú con un medicamento que la Seguridad Social tiene que pagar al 30% de la población. Te arruinas. Entonces, mejor no tenemos problema. Estilo de vida, por tanto, medidas de protección personal.
 
 
Hablamos de obesidad, pero antes de llegar a ese punto hay pasar por el sobrepeso. Eso significa que el porcentaje conjunto llega…
A un 35-40%. En Estados Unidos creo que ya todos los estados tienen más del 30% de pacientes con obesidad. Todos. Y en algunos, hasta el 50 y el 60%. Es una epidemia silenciosa. Es parecido a esta película de animación de Pixar, Wall-e, que al final destrozamos el planeta, nos vamos a vivir a naves espaciales en las que vivimos en ingravidez y todos somos obesos porque no tenemos el más mínimo interés ni por movernos ni por hacer nada, sólo por disfrutar. Es una visión un poco catastrófica, pero la verdad es que en Estados Unidos está ahí. En España, la epidemia de diabetes es silenciosa, ya está en el 12% de la población, y la de obesidad, en el 30%. Y la infantil, tremenda. Pero parece que hay otros problemas más acuciantes, u otros lobbies de presión que saben hacerlo mejor.
 
 
Otra línea de investigación de su grupo es el desarrollo de nuevos fármacos para el tratamiento de los trastornos del comportamiento motivado, en especial para la adicción a drogas y la obesidad.
Hemos estado identificando, dentro de los circuitos que regulan los procesos adictivos, dianas moleculares, como por ejemplo receptores o enzimas. Es decir, proteínas, moléculas activas que son determinantes para alguno de los procesos que conducen a la pérdida del control sobre el uso de una droga. Teniendo la diana, se puede hablar con gente de química médica para que haga modelizaciones. Por ejemplo, y es lo que voy a contar en el seminario, descubrimos una molécula que se produce en el intestino y es reguladora de la saciedad. Es una grasa, un derivado del ácido oleico. Bien, a partir de ese derivado del ácido oleico, esa oleoiletanolamida, trabajando con el grupo de Rafael de la Torre y Jesús Jolar aquí en Barcelona, o con el grupo de Pilar Goya en Madrid, desarrollamos hasta ocho series distintas de compuestos modelizados a partir de la oleoiletanolamida que tienen acciones parecidas y que pueden ser potenciales fármacos.
 
Nuestro gran problema ha sido que todo este trabajo se ha desarrollado justo cuando ha impactado la crisis. La biotecnología en España, y la biotecnología farmacéutica en especial, ha sufrido lo que no está escrito y prácticamente ha sido imposible desarrollarlos, pero nosotros tenemos candidatos para el tratamiento de la adicción. Podemos tener 10 o 12 moléculas que podrían haber llegado perfectamente a la clínica si se hubiera podido tener inversión e interés.
 
Pero creo que eso está empezando a cambiar. En EUA hace unos 6 años empezó con una oficina de ensayos clínicos dentro del Instituto Nacional de Drogas para desarrollar ensayos clínicos en alcohol y drogas promovidos por las entidades públicas. España está empezando a intentar moverse. De todas maneras, mientras no haya una conciencia social de la enfermedad, va a ser extremadamente difícil que se consiga.
 
 
Es usted también el coordinador de la Red de Trastornos Adictivos (RTA). ¿Qué es y cuáles son sus principales objetivos?
El Instituto de Salud Carlos III, la principal institución pública española que promueve la investigación biosanitaria sacó una idea basada en el espíritu que generó el 5º y 6º programas marco europeos, que era la creación de redes de excelencia. Se planteó la idea de crear redes cooperativas en las cuales los profesionales de investigación que trabajaban en el mismo campo se agrupaban y cooperaban.
 
Entonces, en 2003, 22 grupos de investigación de 7 comunidades autónomas nos juntamos para constituir la Red de Trastornos Adictivos. Llevamos 13 años trabajando juntos. Estos grupos tienen una misión fundamental: convencer a la sociedad de que la adicción es una enfermedad con unas características muy bien definidas que se pueden evaluar e incorporar al Sistema Nacional de Salud y ser tratadas en lo posible, y fomentar la investigación en prevención y conocimiento del proceso patológico que supone la enfermedad adictiva y el desarrollo de nuevas terapéuticas.
 
Hace dos años, la nueva convocatoria de redes nos obligó a focalizarnos en dos proyectos integrados en los que todos los miembros de la red iban a cooperar en una idea común. Uno fue sobre las consecuencias médicas del alcoholismo: identificar y saber de una vez cuál es el impacto real y modelizar y buscar tratamientos para las enfermedades que son consecuencia del consumo abusivo de alcohol. Por otro lado, algo muy específico que es la comorbilidad psiquiátrica de la cocaína, porque los usuarios de cocaína tienen una muy elevada incidencia en enfermedad psiquiátrica asociada: trastornos de estado de ánimo, trastornos de ansiedad y psicosis. Y de esa manera poder investigar estas consecuencias médicas y desarrollar posteriormente estrategias terapéuticas.
 
 
Si quiere añadir algo más…
Más que añadir, es una llamada de atención a la sociedad para que no se olvide de que las drogas de abuso son consustanciales a nuestra naturaleza biológica y también a la de los animales, pero el problema es que el único animal capaz de fabricarlas y venderlas es el ser humano. Pero nos hemos olvidado que en el momento que bajamos nuestra preocupación por ellas, el impacto que tienen sobre la sociedad es tremendo, y además, siempre aparece en el mismo grupo social, el grupo de adolescentes y adolescencia tardía, justo antes de adquirir la autonomía de la edad adulta, y puede producir enormes daños en aquellas personas en las que impacte que son absolutamente previsibles. La prevención es muy importante, no bajar nunca la guardia, fomentar la investigación y el apoyo a los grupos que luchan por disminuir el impacto de esta enfermedad es algo que no debería dejarse nunca.
 

Judit Gil Farrero
Centre d'Història de la Ciència (CEHIC)
Área de Comunicación y Promoción de la UAB
 
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