"Ojalá encontremos maneras de utilizar el lenguaje para unir y no para dividir"
Juan Uriagereka es licenciado en Filología Anglo-Germánica por la Universidad de Deusto y doctor en lingüística por la University of Connecticut. Actualmente es Catedrático de Lingüística en la University of Maryland, donde ha sido director del Programa Graduado. Colaborador cercano de Noam Chomsky, ha publicado artículos en las revistas más prestigiosas del campo y libros en editoriales internacionales como MIT Press, Cambridge University Press, Oxford University Press, Blackwell o Routledge.
En 1998 publicó el libro Rhyme and Reason (Pies y Cabeza, ed. Visor, 2005), por el que ganó el premio al mejor libro profesional en lengua de la American Association of Publishers. Entre sus múltiples distinciones destacan el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales del Gobierno Vasco (2001) y el Premio de Novela Corta José María de Pereda (2001), junto a su co-autor Javier Díez, por la obra La Comandita. Es también miembro de Jakiunde, Academia de las Ciencias, de las Artes y de las Letras de Eusko Ikaskuntza.
¿Qué diferencia hay entre el lenguaje y la lengua?
La lengua es una manifestación externa del lenguaje, y el lenguaje es una facultad humana, que en última instancia tiene un componente biológico fuerte, que no sabemos cómo estudiar si no es a través de las lenguas. Es interesante que una facultad mental tenga tantas manifestaciones, se habla en este momento del orden de 6.000 o 7.000 lenguas, aunque desgraciadamente se están perdiendo a ritmos forzados. Pero al margen de por qué hay tanta variedad, el hecho es que las lenguas son una ventana hacia esa facultad, una de las más importantes del ser humano, casi la definición de lo que es ser humano.
¿Se sabe cómo y cuándo apareció el lenguaje?
No se sabe. Es un campo muy controvertido porque, lamentablemente, el lenguaje no deja fósiles. Se sospecha que la aparición fue en la línea homínida, ahora hay un debate interesante sobre si los neandertales lo tenían o no. Desde luego, antes de los neandertales, que son parte del Homo sapiens, es poco probable que hubiese un lenguaje en un sentido serio. Habría sin duda gran inteligencia y métodos de comunicación, como tienen muchos animales, pero difícilmente lo que entendemos por lenguaje.
Es una pregunta abierta todavía, pero si esas conjeturas están en lo cierto, el lenguaje es muy reciente, estamos hablando como mucho de 400.000 años, si es que surgió en el antecesor común con los neandertales. En caso contrario, incluso menos tiempo, en los últimos 100.000 o 200.000 años. Dónde surge, cómo surge, son cuestiones fascinantes, pero muy difíciles. Yo soy optimista, pienso que son preguntas que quizás podamos responder en la próxima generación.
Así pues, en otras especies animales no habría lenguaje.
En un sentido estricto, no, pero todo en biología tiene componentes que aparecen en distintas especies. Es una sopa muy compleja cuyos ingredientes aparecen por el mundo natural. Por ejemplo, hay aspectos fonéticos del lenguaje que muy probablemente estén en especies tan distantes como las aves canoras, que tienen controles de la siringe, controles rítmicos que posiblemente no sean demasiado diferentes de los que utilizamos en nuestra laringe. Estas aves tendrían un componente fonético, pero no es obvio que tengan un componente semántico. O a la inversa, en los simios más cercanos a nosotros, los chimpancés, los bonobos y demás, hay jerarquías sociales, uso de herramientas y de posibles elementos conceptuales (noción de agente, causa), que muy probablemente no sean diferentes de los que usamos nosotros. Lo curioso en nuestra especie es que todo esto se junta de algún modo, no sabemos bien cómo, y nos permite construir todos estos edificios culturales que nos han traído a donde estamos, para bien y para mal. Llevamos muy poquito tiempo como especie y ojalá encontremos maneras de continuar, de utilizar el lenguaje para unir y no para dividir.
Hace ya más de 50 años, la teoría lingüística propuesta per Noam Chomsky supuso un gran cambio en la disciplina. ¿Por qué?
Toda la ciencia moderna presupone un sistema de escritura que separa consonantes y vocales, o lo que sea que separa tu sistema de escritura, y eso es un logro de los lingüistas. La lingüística más moderna es un fenómeno que empieza a surgir filosóficamente en el siglo XVII, y ya de modo más específico en el siglo XX.
En ese contexto, aparece Chomsky, que tiene dos facetas interesantes. Por un lado, vive en un mundo en el que se acaba de proponer la computación de Turing, que nos permite entender computacionalmente un fenómeno. Esta computación es algo de la revolución que se da en los años treinta-cuarenta, de Von Neuman, de Gödel, de Turing, que todavía vivían cuando Chomsky hace su propuesta. Por otro lado, tuvo la suerte de ser un genio y de ser capaz de utilizar esas herramientas que le daba su contexto y aplicarlas a un fenómeno fascinante como es el lenguaje. Básicamente lo que él vino a decir es que si aplicamos un aparato computacional al lenguaje y hacemos una serie de suposiciones como que es un fenómeno complejo y natural, y que los críos lo adquieren en cuestión de meses, podemos empezar a articular una posible teoría de cómo funciona. A partir de ahí, el campo empezó a testarla, y cuando no funcionaba mejorarla, y así sucesivamente. Y creó una lingüística que está muy viva a día de hoy, que hay grandes programas en todo el mundo.
Unos años más tarde se acuñó el término “biolingüística”, un campo de estudio muy interdisciplinar. ¿Qué es y cuáles son sus objetivos?
En los años sesenta, un grupo de gente entorno al MIT a quien interesaba la mente humana y cómo se manifiesta el lenguaje se empezaron a reunir a hablar de estas cosas, pero a nivel de pizza y cerveza. Massimo Piatelli Palmarini, joven biólogo molecular, organizó una conferencia muy interesante el año 1975, donde convocó a todos estos personajes de Boston y otros de Francia. Las figuras centrales eran Chomsky y Piaget. Ése fue el primer gran evento de la biolingüística, donde los grandes pensadores debatieron cómo puede funcionar el lenguaje y qué implicaciones tiene. A partir de ahí se acuñó el término, que ya utilizaban en las reuniones informales, de “biolingüística”, porque que es el componente de cómo se representa el lenguaje en el cerebro, cómo ha podido evolucionar, etc. Para acercarte a ese problema necesitas biólogos, neurólogos, físicos, matemáticos… A partir de ese primer evento, empezó a darse esto de modo más general. Por ejemplo, yo he venido aquí a la UAB a trabajar esta semana con el Grupo de Lingüística Teórica, y estamos en la misma habitación un físico, un matemático, los lingüistas… tratando de ver qué propiedades tiene este sistema que es el lenguaje.
¿Podemos hablar de un “gen del lenguaje”?
El lenguaje tiene un componente genético, pero es prácticamente imposible que sea un solo gen. De hecho, hay muy pocos sistemas biológicos que dependan de un solo gen. Los genes regulan otros genes, y esas redes acaban de algún modo gestionando estos sistemas, en este caso, el lenguaje. El primer gen involucrado en el lenguaje se descubrió hace una docena de años porque aparecía en familias que tenían un problema de Trastorno Específico del Lenguaje. Al principio llamaron al gen “Speech 1” (Habla 1), porque era el primero, pero pronto se dieron cuenta de que ese gen era de una familia ya conocida, la familia FOX, que cumple funciones reguladoras que van mucho más allá incluso de la cognición. Estos genes se manifiestan hasta en las levaduras, y a nivel cognitivo parece obvio que juegan papeles muy diferentes en otras especies. Se sabe que en las aves canoras regulan la adquisición del canto y también la modificación del canto en temporada, por ejemplo en el caso de los canarios. Por otra parte, en su tesis, Antonio Benítez Burraco hablaba del orden de 150 genes implicados en el lenguaje. Ahora, Antonio y yo acabamos de publicar un artículo juntos sobre este tema, y no es que sea menos complejo siete años después de su tesis.
Desde hace tiempo se intentan identificar unos principios universales de la facultad del lenguaje. ¿Puede poner algunos ejemplos de estos principios comunes y de elementos variables que dependen de cada lengua?
Te voy a dar un ejemplo que tiene que ver con el curso que estoy dando aquí en el Centro de Lingüística Teórica. Todas las lenguas humanas tienen verbos y nombres. Uno se podría haber imaginado una lengua que sólo tiene nombres o sólo verbos, pero no es así, y además, en todas las lenguas los nombres proyectan frases nominales y los verbos proyectan frases verbales. Ambas cosas son sorprendentes y tenemos que entender por qué. Para eso tenemos un principio de proyección que básicamente te viene a decir que cada frase del tipo X tiene un núcleo del tipo X. Eso es un universal.
Al mismo tiempo, no tienes que salir de la península para ver que si tú en castellano o en catalán dices algo como “el árbol de Guernica”, te vas al norte, de donde yo vengo, y dices “Gernikako arbola”. ¿Qué ha pasado? ¿Ha cambiado la estructura de la frase nominal? No. Cuando dices Gernikako, sigues teniendo “Guernica”. El “ko” es lo que se llama una posposición, mientras que en catalán o castellano tienes una preposición. Es decir, ha cambiado el orden del núcleo, pero en ambos casos es el mismo núcleo. Es lo que los lingüistas llaman adposición, que puede ser pre- o post-. Y en la proyección nominal, es decir “árbol”, de nuevo, el artículo en euskera va detrás, mientras que en las lenguas romances va delante.
Es universal el hecho de que haya frases preposicionales, frases nominales, etc., y se mantiene el principio de la proyección. Lo que cambia es el parámetro de la posición de ese complemento. Tienes esa tensión entre lo universal, que se mantiene, y lo particular, que se manifiesta, en este caso, con órdenes diferentes.
Como por ejemplo en latín, donde el verbo siempre iba al final de la frase.
Exacto. Y fíjate que en latín tienes el verbo detrás, pero en las lenguas romances se reajusta ese parámetro. La lengua cambia, y por cierto, ese cambio de tener el verbo detrás a tenerlo delante es muy común. Ahí ves la fluidez de este tipo de cosas, y te plantea misterios muy interesantes. ¿Por qué demonios cambió del latín a las lenguas romances? Y es un cambio bastante sistemático, porque sucede en todas las lenguas romances.
Hace unos años publicó un libro de introducción a la sintaxis minimalista. ¿Cuáles son sus características principales?
Aquí se tituló Pies y cabeza, en inglés, “Rhyme and Reason”, porque el lenguaje tiene esos dos elementos: el elemento fonético, el rhyme, y el elemento semántico, el reason. Esa intuición se tiene que añadir a otra, que es que el lenguaje es óptimo. Esta intuición es lo que yo exploraba en ese libro, escrito en los años noventa, el momento en el que se estaba fraguando el programa minimalista o minimista. Era un intento de tener un diálogo entre un lingüista, que en cierto modo es mi “abuelo intelectual”, Chomsky, la persona entrañable que ha creado esto, y una especie de interlocutor científico que hace las preguntas difíciles que te deben hacer. Trata de explorar en qué sentido el lenguaje es un sistema óptimo y con qué otras ciencias se relaciona. Creo que hoy haríamos un libro más divertido y probablemente más colectivo también, porque hoy trabajamos más en grupos.
Para terminar, ¿cree que la lengua es sólo un reflejo de cómo percibimos el mundo o tiene un papel más importante en esa misma percepción?
Esto es una discusión muy antigua que sigue abierta. En cierto modo, sí y no. Entre estos principios fundamentales de los cuales he dado algunos ejemplos, hay otros que tienen que ver con cómo se cuantifica, y después de haber visto muchas lenguas, mi sospecha es que no hay diferencias. Ahora bien, también está claro que hay diferencias. Un ejemplo clásico, el número de colores: si en tu cultura no hay más colores que oscuro y claro, o ya tienes el “rojo” (que vendría a ser “pintado”), o si ya empiezas a tener otras suposiciones, tendrías el verde, o el verde-azul… ¿Son diferentes esas culturas? Sin duda, en el sentido de que unas tienen más que otras.
Yo me crié en un mundo rural, en Galicia, y tengo palabras para cosas del campo que mis hijas no saben ni de qué estoy hablando. O una cosa que a veces me decía mi abuela, “cuando cortas la patata para la tortilla, no es que la cortes, es que la triscas”. ¿Qué era triscar? Pues que la empiezas a cortar y luego la rompes para que cuando se hace en la sartén sea más crocante. La palabra “triscar” se refiere a un concepto muy concreto que en el mundo en que yo vivía era muy importante, pero probablemente hoy en día nadie se va a preocupar de triscar las patatas porque no hay tiempo. Hay diferencias, pero cuando te lo explico lo entiendes, y bueno, mira, una palabra más que hemos aprendido. Y si vas de caza un día, la perdiz se escapa y va corriendo, eso se llama “peonar”. Pero si nunca has ido de caza y no tienes que preocuparte, no surge, esa palabra. Es decir, yo creo que son las dos cosas.
Si quiere añadir algo más…
Lo único, para cerrar, decir que yo me lo paso muy bien. Cuando me surgen problemas en mi vida lo que hago es pensar en estas cosas, porque me relaja mucho. Y tengo la suerte de trabajar con gente que aporta muchísimo, yo no sería capaz de hacer nada de lo que hago sin todos los equipos que añaden a esta especie de sudoku que nosotros estamos haciendo. El mundo ha avanzado mucho desde que yo empecé a estudiar estas cosas, en los últimos treinta años hay gente muchísimo más preparada que yo. Lo veo cuando los alumnos vienen a la clase, en el tipo de preguntas que hacen, su formación y las miras que tienen, que son mucho más altas. Es un mundo fascinante el que vivimos y mi única preocupación conforme me hago viejo y ya pienso en los hijos y los nietos, es que esta riqueza que estamos adquiriendo, sepamos administrarla, porque también es un mundo donde ves cosas horribles que yo no hubiera pensado que se podrían ver en el siglo XXI, niveles de violencia indescriptibles. Somos una especie con un potencial increíble, pero realmente tenemos que reflexionar y utilizar ese potencial para avanzar y no para retroceder. Ojalá encontremos esa respuesta.
Área de Comunicación y Promoción de la UAB