6 claus per a comunicar recerca i innovació (o com evitar l¿effecte Semmelweis en projectes europeus)

Semmelweis

La comunicación efectiva es fundamental para el éxito de los proyectos de investigación e innovación, especialmente en el contexto de la Unión Europea. La experiencia de Ignaz Semmelweis nos recuerda que las ideas revolucionarias pueden ser ignoradas si no se comparten de forma adecuada. En este artículo, presentamos seis claves para comunicar tu investigación de forma impactante y conseguir que tus descubrimientos lleguen a quien realmente importa.

25/09/2024

Hace tiempo que la comunicación forma parte esencial de los proyectos de investigación e innovación financiados por la Unión Europea (UE). Horizonte Europa (HE), el principal programa continental de impulso científico exige, como requisito para otorgar los fondos, que los beneficiarios difundan su trabajo y resultados a la comunidad científica y al conjunto de la sociedad.

De entrada, no parece complicado, ¿no? Después de todo, cada día nos comunicamos: con amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos… Y con suerte, hasta nos entendemos: conseguimos quedar con amigos, contar a familiares de qué trabajamos, organizar un buen equipo de trabajo y hacer que la familia del 5º 1ª deje de poner música a todo trapo hasta las tantas.

Entonces, ¿por qué es necesario un esfuerzo específico de comunicación en la investigación e innovación europeas? La Comisión Europea (CE), que coordina el programa HE, nos da seis razones claras:

  1. Promover las actividades y resultados.
  2. Atraer expertos a tu equipo.
  3. Impulsar nuevas colaboraciones y compromisos con usuarios finales.
  4. Hacer que la ciudadanía esté informada de cómo se gasta el dinero público.
  5. Poner de manifiesto el éxito de la colaboración europea.
  6. Es una obligación legal.

Hay una historia relativamente conocida que nos puede ayudar a ilustrar la importancia de una buena comunicación científica:

Durante más de dos siglos, desde el primer registro el 1652, miles de mujeres murieron por una enfermedad rara: la fiebre puerperal. Surgía de repente, a menudo después de un parto que había ido bien y se pensaba que era causada por el aire contaminado o por el comportamiento inmoral de las madres. El 1847, Ignaz Semmelweis, médico en Viena, descubrió que lavarse las manos con cloro reducía drásticamente la mortalidad. Aun así, su idea no fue bien recibida y tuvieron que pasar años antes que la comunidad científica le hiciese caso.

¿Por qué una idea en apariencia tan obvia no caló? De un lado, Semmelweis no tenía acceso a estudios similares que se estaban dando a cabo en otros lugares del mundo y no los pudo aprovechar para dar apoyo a sus evidencias. Del otro, tampoco llevó sus resultados a las publicaciones científicas que ya existían y muchos profesionales los desconocían. Para terminar, su estilo era rudo y quiso imponer sus ideas a sus superiores. Cuando finalmente publicó un libro, no fue bien recibido porque era difícil de leer, confuso y reiterativo. Semmelweis murió deprimido y trágicamente en 1865, sin ver reconocido su encuentro. Hoy, su aportación es ampliamente aceptada por el mundo científico y su nombre se asocia al efecto Semmelweis: el rechazo inicial de nuevas ideas, datos o evidencias que desafían las creencias establecidas.

A pesar de tratarse de un relato del siglo XIX, su historia nos permite enumerar algunas recomendaciones útiles a la hora de comunicar la investigación e innovación en la época actual.

1. La casa, por los cimientos.

La comunicación debe empezar desde el momento de la preparación del proyecto. Los equipos de proyectos europeos, como los de Horizonte Europa, incluyen profesionales de distintas disciplinas que trabajan conjuntamente para alcanzar los objetivos científicos y técnicos como respuesta a retos reales de la sociedad; los expertos en comunicación, divulgación y explotación son parte esencial de este proceso. La comunicación debe estar planificada en función de estos objetivos, para construirla sobre fundamentos sólidos.

Semmelweis no adaptó su comunicación a la audiencia científica del momento, hecho que contribuyó al rechazo de su teoría.

2. Todo comunica.

Todo lo que hacemos dentro de un proyecto comunica alguna cosa, pero debemos ser precisos a la hora de definir qué queremos decir y como lo decimos. Prepara cuidadosamente los mensajes que cuenten una historia atractiva y que enganche a la audiencia. No solo es cuestión de diseminación de datos, sino llegar a las personas con un relato claro y convincente, adaptado a sus intereses.

El estilo áspero del protagonista de nuestro relato provocó no solo el desinterés, sino también el rechazo de sus contemporáneos.

3. Todo a la vez en todas partes es un buen nombre para una película, pero no una buena estrategia cuando se trata de comunicar un proyecto. Los recursos son limitados y, por lo tanto, es necesario priorizar y preparar un plan de comunicación detallado que indique qué actividades haremos, con qué recursos y qué objetivos. Definir la audiencia es el primer paso clave: ¿A quién queremos llegar con nuestros resultados e impacto? Escoger la audiencia adecuada y adaptar el mensaje a cada grupo es clave para garantizar que éste sea recibido correctamente.

4. Con todo detalle.

Hace falta decidir claramente de qué hablamos, a quien nos dirigimos, donde y cuando transmitimos la información. Las opciones son muchas: correo electrónico, redes sociales, newsletters, web, encuentros presenciales… Utiliza los canales adecuados para cada tipo de público y mensaje. No se trata solo de comunicar una vez, sino de generar expectativa, mantener el contacto y reforzar el mensaje a lo largo de todo el proyecto.

5. Construye una red.

No hay suficiente con comunicar datos o resultados: organiza eventos y encuentros con expertos para crear una red de colaboradores y usuarios finales que te permitan ampliar el impacto de tu proyecto. Crear conexiones es parte del proceso comunicativo y es esencial para garantizar la transferencia de conocimiento y fomentar nuevas colaboraciones.

Semmelweis no creó las alianzas necesarias ni creó redes con otros científicos que hubiesen podido dar apoyo a sus ideas, dejándolo aislado.

6. Evalúa el impacto.

Finalmente, para asegurar que la comunicación es efectiva, es fundamental evaluar el impacto de las acciones de comunicación. Este análisis te ayudará a mejorar y ajustar las estrategias comunicativas en el futuro. La comunicación tiene que ser clara, rigurosa y ética, y siempre debe tener una intención y manera de medir el éxito.

En último lugar, no tengas miedo de trabajar codo con codo con tu equipo de comunicación. La simbiosis entre el equipo científico y el de comunicación es indispensable para identificar los temas y mensajes prioritarios, establecer sinergias con los públicos clave, estar al tanto de las actividades llevadas a cabo y conseguir el impacto deseado.

La historia de Semmelweis nos recuerda que, hasta las ideas más revolucionarias, si no se comunican bien, pueden quedar enterradas o ignoradas durante años. Su descubrimiento salvó vidas, pero no fue aceptada porque no supo compartirla de un modo eficaz. Hoy, más que nunca, una buena comunicación no es solo una herramienta para transmitir información, sino una pieza clave para el progreso de la ciencia y asegurar que los descubrimientos tengan el impacto que merecen.